Exposición 6.
FUNCIONES DEL COMUNICADOR.

Las funciones lingüística y simbólica se derivan de la capacidad Que tiene el hombre de producir lenguaje y simbolizar en diversas formas su realidad, para comunicar a otros sus ideas y sentimientos. La función organizativa está implícita en la social y la social, en la cultural, ya que la sociedad se conforma de grupos Que se comunican entre sí para organizar su estructura jerárquica y formar instituciones con sus funciones y actividades, así como sus hábitos y comportamientos sociales Que los distinguen como una cultura.
Función social.
Se refiere a la comunicación Que utilizan las personas cuando representan diversos roles dentro de un sistema social, siguiendo patrones de comportamiento aprendidos para actividades ya sean de trabajo o de entretenimiento, así como en todos los ámbitos: religioso, político, académico, familiar, etcétera. La función social permite al comunicador interactuar en formas apropiadas, de acuerdo con las situaciones sociales de los diferentes estratos.
Función simbólica.
Se utiliza para representar hechos, objetos o sentimientos por medio de símbolos, señales o signos. En la comunicación que se genera se usan varios códigos o lenguajes, con cargas emocionales positivas o negativas en los mensajes, que pueden provocar efectos constructivos o destructivos en los participantes en el proceso comunicativo, según la significación que den a los símbolos utilizados.

Función lingüística.

Función organizativa.
A través de la comunicación se ordena el conjunto de individuos por puestos, estratos y jerarquías; se generan normas, roles y funciones para construir una empresa, organización o estructura social. Esta función es la que promueve la interdependencia y la transmisión de información entre todas las partes que integran un sistema social.
Función cultural.
Los individuos, al comunicarse, transmiten hábitos, costumbres, valores y creencias que conforman su cultura. Los modos de hablar y comportarse de los grupos humanos se aprenden a través de la comunicación y por medio de ella se crean, transforman y cambian con el tiempo. Con esta función de la comunicación apreciamos las diferencias y similitudes de conductas en las diversas culturas.
ESCUCHA ACTIVA.
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Saber escuchar: responsabilidad del comunicador.
La primera responsabilidad en el rol de comunicador es aprender a ser buen oyente y, más aún, ser un
"escucha activo", lograr el entendimiento de ideas y tal vez también ser empático. Saber escuchar activamente es una práctica de comunicación que exige responsabilidad en cualquier situación, ya que
puede ayudar a generar intercambio de información precisa, estableciendo gran fidelidad en la transmisión y recepción de las ideas que contienen los mensajes; la empatía nos permite aprender a anticipar los probables efectos en nuestro encuentro comunicativo.
El comunicador debe tener conciencia clara de que el proceso de comunicación es recíproco, en
tanto que el éxito en la comunicación depende en la misma medida del emisor y del receptor.
Recordemos que la dinámica de la comunicación es
transaccional, y que, con el intercambio de mensajes, la responsabilidad que
adquieren ambas partes viviendo el rol de comunicadores es compartida.
Saber escuchar activamente es responsabilidad indispensable
para lograr la identificación con otras personas; además nos hace ser
comprendidos y respetados, a la vez que nos da credibilidad, con la que ganamos
la confianza de los demás; éstos, al ser escuchados con atención, reciben la
satisfacción de ser "atendidos", también se incrementan, en el
escucha, las habilidades de autonomía y flexibilidad y éxito en la comunicación.

• Físicas: visuales y auditivas. Vemos gestos y movimientos,
y escuchamos ideas a un tiempo.
• Intelectuales: memoria, inteligencia, imaginación,
razonamiento, etcétera. Porque analizamos, categorizamos, relacionamos,
sintetizamos, aplicamos ideas, generamos imágenes mentales, etcétera.
• Psicológicas: emociones, sentimientos, estados de ánimo. Porque
leemos "entre líneas" lo que sienten las personas al hablar.
Escuchar activamente no es un proceso fácil, porque, más que
una facultad física e intelectual, es un proceso
psicológico-emocional-selectivo, ya que posee una íntima relación con el
interés o la motivación que cada uno de-nosotros tenga para escuchar; es un
proceso selectivo, que funciona cuando una persona siente necesidades y busca
satisfacerlas mediante la información o comunicación con otros, aun cuando se
presenten ciertos obstáculos debido a las diferencias entre emisor y receptor, comenzando
por la intención, los objetivos o las razones que haya para escuchar.
Propósitos para escuchar.
Los propósitos que puede tener una persona para escuchar
pueden ser, entre otros:
• Disfrutamos al escuchar música, poesía, el parlamento de
una obra de teatro, una canción, etcétera.
• Nos informamos cuando tenemos necesidad de conocer y
obtener datos de hechos, informes, clases, conferencias, noticieros, etcétera.
• Buscamos entender la información que procesamos cuando
existen puntos de vista que resultan confusos y tratamos de captar
racionalmente todo lo que escuchamos.

• Evaluamos cuando, al escuchar, establecemos juicios o
críticas, o valoramos el mensaje, ya sea positiva o negativamente.
Obstáculos para escuchar activamente.
Zacharis y Coleman
(1987:196) dicen que al escuchar se pueden presentar varios obstáculos en la
comunicación, debido a diferencias entre emisor y receptor, entre las cuales
encontramos principalmente:
• Diferencias en las percepciones. Las diferentes experiencias, actitudes y valores, es decir, los
marcos de referencia distintos, determinan la forma como percibimos e interpretamos lo que
vemos y escuchamos.
Diferencias en habilidades de
comunicación. No siempre se conoce el nivel personal de conocimientos o
habilidades para interactuar con que cuentan el emisor y el receptor en un
proceso comunicativo. Nos empeñamos en evaluar y juzgar "deficiencias"
o "defectos", anulando muchas veces el propósito de comprensión y
entendimiento.
• Diferencias en la
interpretación del mensaje. Tanto las palabras como los gestos pueden ser
interpretados en varias formas, creando una barrera para el entendimiento.
Tenemos una propensión a pensar en términos radicales; por ejemplo, listo o
tonto, culpable o inocente, bueno o malo, etcétera, pero es difícil captar a
veces grados, intensidades o matices de significado, lo que ocasiona que el
lenguaje nos conduzca a fallas en la comprensión de lo comunicado.
• Diferencias en autoridad o
estatus. Las posiciones que ocupan los individuos en la situación de comunicación
también influyen en la calidad de la recepción y emisión de mensajes. Dos
personas de igual jerarquía tienden a escucharse mutuamente al mismo nivel,
pero en posiciones de jefe-subordinado, maestro-alumno, padre-hijo, etcétera,
en las que la autoridad de uno de los participantes está presente, se tiende a
ocultar información, no hacerla clara o no lo suficientemente.
Hay otros factores que pueden impedir escuchar eficazmente (Zacharis y Coleman, 1978:196-198),
debido al uso incorrecto de los procesos mentales propios para escuchar; por ejemplo:
Tratar de memorizar: No debemos
tratar de registrar todo lo que el emisor dice y grabarlo en la memoria para
después meditarlo. Quizá nuestro deseo sea no perder nada del mensaje, pero este
propósito puede ser inútil porque, si insistimos en memorizar al mismo tiempo
que el mensaje está fluyendo en boca del emisor, esto nos provocará tensión y
llegará el momento en que, cansados, dejemos de escuchar, porque no es posible
retenerlo todo. Es mejor ir captando y clasificando las ideas principales. Si
queremos recordar algunos detalles, entonces tomemos apuntes o notas.
• Atender falsamente: Se atiende
con la presencia, mas no con el intelecto; establecemos un contacto visual con
el emisor, asentimos con la cabeza, quizá expresamos gestos cordiales hacia el emisor,
pero no estamos realizando procesos mentales para comprender el mensaje. Esta
postura falsa llega a convertirse en un mal hábito que, una vez arraigado,
puede ser muy perjudicial. Ante dicho obstáculo, empecemos por reconocer si
realmente tenemos interés para escuchar o el propósito de hacerlo; lo
importante es no engañamos, pues sabemos bien si escuchamos o no.
• Prejuzgar el contenido del
mensaje sin haberlo oído: A veces el tema llega a parecemos conocido o
irrelevante, y el emisor poco interesante, mas no debemos juzgarlos antes de
escucharlos. Debemos escuchar y esperar a que se termine de hablar, pues muchas
veces durante el desarrollo del mensaje surgen puntos de vista atractivos y el
tema para el cual había pobres expectativas puede parecemos al final valioso y
de gran utilidad. Así que primero escuchemos, entendamos, y luego juzguemos.
• Distraerse o soñar: Una mirada
de alguien, un ruido ambiental, una persona que se mueve o transita por el
lugar, la luz que se modifica, alguna palabra que nos evoca sentimientos,
etcétera, cualquier cosa llega a distraer a un mal oyente y llevarlo a
imaginar, discurrir o soñar. Pensar que estamos allí para escuchar un mensaje
útil, provechoso o importante, así como reconocer el esfuerzo que está haciendo
el hablante para comunicarse con nosotros nos ayudará a concentramos más, a
pensar en las ideas del mensaje, así como a evitar las distracciones y la
ensoñación.
• Creer que nuestras ideas son
siempre mejores que las que escuchamos: En el caso de los receptores que
piensan saber todo, si los puntos de vista del hablante son diferentes,
entonces creerá que están equivocados. La forma de percibir y de pensar puede
ser diferente en cada persona, por lo que para escuchar ideas opuestas a las
nuestras es necesario preparamos con una mentalidad abierta, con la finalidad de comprender diferentes puntos de vista. Tratar de ser objetivos para aceptar
la diversidad de ideas, ayudará a tener una nueva visión del mundo.
Vencer los obstáculos y mejorar la forma de escuchar es importante
para la vida, tanto personal como social: es parte de nuestras actividades diarias.
Como miembros de una sociedad,
los seres humanos funcionamos intelectualmente en forma natural como oyentes,
ya que escuchar es la base del proceso de aprendizaje que realizamos desde
niños a través de estímulos auditivos, imitación de palabras y estructuras
gramaticales, así como de los modelos de entonación de todo lo que escuchamos.
Donald Walton (1991:39-43) dice
que existe un buen número de mitos generados o concepciones equivocadas
alrededor de lo que implica saber escuchar. Por ejemplo:
• Mito 1: Los malos oyentes son
menos inteligentes. Quizás en algunos casos sea verdad, pero la mayoría de la
gente tiene el potencial para aumentar considerablemente su capacidad para
concentrarse, escuchar y retener las ideas que le transmiten.
• Mito 2: No se puede mejorar la
capacidad de escuchar. Algunos autores establecen una diferencia entre oír y
escuchar. La capacidad de oír es únicamente sensorial (oímos porque tenemos
oídos), pero saber escuchar abarca la dimensión de interpretar, entender y
permanecer atento a lo que se dice y a la forma en que se dice. Si no
aprendemos a escuchar a través de una educación formal (por ejemplo en cursos o
en la escuela), sí podemos tratar de aumentar la concentración mediante la
práctica constante y la intención de escuchar activamente.
• Mito 3: La lectura incrementa
la habilidad para escuchar. Aunque es verdad que leer es como escuchar la voz
del autor, quien nos proporciona el trasfondo necesario para entender, no
necesariamente mejora nuestra habilidad para escuchar. La lectura no se
desarrolla en un contexto social (como ocurre con el habla), en el que las
variables pueden influir en la comprensión del significado del mensaje y el
escucha debe poner toda su atención en lo que está diciendo y haciendo el
comunicador. Al contrario de esta situación, el lector llega a distraerse,
soñar o retirarse, y regresar a la parte del mensaje escrito en el momento en
que así lo quiera.
Aprender a escuchar sí se puede
lograr, este aprendizaje representa algunas ventajas prácticas en el manejo del
lenguaje, que mejora con la imitación del vocabulario y estilo de comunicadores
expertos. Más aún, es posible adquirir conocimientos en forma más rápida y
eficaz si no sólo recibimos lo que oímos, sino que analizamos, relacionamos,
evaluamos y aplicamos las ideas que escuchamos con un propósito determinado.
Conociendo las dificultades que
implica escuchar activamente, es responsabilidad del comunicador, en su rol de
emisor, elaborar mensajes significativos y estimulantes que despierten interés
y entendimiento en el receptor; por el contrario, su obligación en su rol de
receptor será la de ser un escucha activo, tener una actitud de apertura para
entender, comprender, evaluar el mensaje y quizá lograr empatizar. Con tal
disposición estaremos en posibilidad de cumplir en forma más efectiva el rol de
comunicador.
Técnicas de expresión oral.

Qué son las técnicas de expresión
oral?
Es el conjunto técnicas que
acuerdan las normas generales que se deben de seguir para la buena comunicación
oral, es la forma de expresar sin barreras lo que pensamos, además de esto nos
sirve como instrumento para comunicar sujetos externos a él. Se debe tener
presente que la expresión oral en diferentes circunstancias es más extensa que
la hablada pues necesita más elementos para lingüísticos para terminar su
significado final.
Por eso esta no solo implica
tener un buen manejo y conocimiento del idioma sino que también comprende
varios elementos no verbales. La importancia de estos últimos es crucial.
Mehrabian, un psicólogo social, identificó que el impacto total de un mensaje
es aproximadamente en un 7% verbal, un 38% vocal (tono de voz, ritmo, etc.) y
en un 55% no verbal.
La expresión oral está conformada
por 9 cualidades son:
1. Dicción.
2. Fluidez.
3. Volumen.
4. Ritmo.
5. Claridad.
6. Coherencia.
7. Emotividad.
8. Movimientos corporales y
gesticulación.
9. Vocabulario.
Dicción: construir con la mayor claridad posible las palabras del
mensaje que se quiere transmitir.
Fluidez: Es utilizar las palabras de manera espontánea natural y
continua, como fluye el agua.
Volumen: Es la mayor o menor intensidad que un hablante imprime a
su voz al transmitir un mensaje ante un auditorio.
Ritmo: Es la armonía y acentuación grata y cadenciosa del lenguaje,
que resulta de la combinación y sucesión de las palabras, frases y cláusulas
que seleccionamos y que se expresan respetando los signos de puntuación. Cuanto
más cuidado se tenga en la organización, combinación y sucesión de las
palabras, más armonioso será la expresión oral.
Claridad: Es importante que expresemos en forma precisa y objetiva
nuestros conceptos, ideas y pensamientos, empleando los recursos necesarios
para aumentar la claridad de nuestro discurso.
Coherencia: Es expresar organizada mente las ideas o pensamientos en
cadena, unidos por un hilo conductor lógico.
Emotividad: Consiste en proyectar, por medio de nuestras palabras,
la pasión y el calor necesario para convencer, sensibilizar o persuadir a un
auditorio.
Movimientos corporales y gesticulación: es cuando la persona se
expresa oral mente pero se apoya de sus movimientos corporales y de su
gesticulación facial y los relaciona con la situación comunicada.
Vocabulario: es la lista de palabras que tenemos guardadas en nuestra
mente: debemos saber seleccionar aquellas que nos ayuden transmitir clara mente
el mensaje de manera que sea entendida por nuestros receptores teniendo en
cuenta su cultura, social y su psicología.
TÉCNICAS GRUPALES
La Mesa redonda:
Está Conformada por un grupo de
personas reunidas para estudiar un asunto o problema determinado. Este estudio
se realiza solo mediante una discusión. El estudio de ese asunto se realiza
exclusivamente mediante la discusión. Y no se trata que cada uno de sus
integrantes del grupo realice un discurso si no que escuchen los diferentes
puntos de vista de los más hasta llegar a un acuerdo positivo para reducir unas
recomendaciones o acuerdos.
La Exposición:
Se utiliza para presentar el contenido de un
tema con la intención de explicar y desarrollar una serie de ideas y así
transmitirlo de manera clara y convincente a los demás. Los textos en los que
predomina la exposición se denominan textos expositivos.
La Entrevista:
Tiene un propósito definido que puede ser
obtener información, darla, guiar, dar o recibir indicaciones o
recomendaciones, etc. Se caracteriza por:
● Generalmente solo dos personas
hablan.
● Generalmente hay muchas
preguntas y respuestas en torno a un solo tema.
La Oratoria:
Es un género literario en el que
se agrupan las obras creadas para ser pronunciadas en público. Según la
preceptiva clásica, la oratoria se divide en tres grandes ramas: la sagrada,
cuya principal forma es el sermón; la política, que comprende el discurso
parlamentario, popular y militar; y la forense o jurídica. Se desarrolló
enormemente en Grecia y Roma, y con posterioridad ha tenido extraordinaria
importancia política, especialmente a partir del establecimiento de los
regímenes parlamentarios.
La charla:
Se trata de exposiciones orales
para un auditorio reducido. Su desarrollo se realiza en un tono más informal,
siendo frecuente el uso del lenguaje coloquial.
La Conferencia:
Es una disertación hecha ante un
público. Tiene como fin informar, explicar, persuadir, incitar a la hacino,
etc. Toda conferencia exige un tratamiento detenido y más o menos profundo. La
vida actual y futura de todo estudiante le exige a cada paso la necesidad de
dar conferencias. La conferencia debe tener en cuenta los siguientes factores:
el expositor, el contenido de la exposición, las circunstancias de la
exposición, los canales de la comunicación y el auditorio.
El Mitin:
Acto o reunión pública en la que
se discuten asuntos políticos o sociales.
La Encuesta:
Es un estudio observacional en el
cual el investigador no modifica el entorno ni controla el proceso que está en
observación (como sí lo hace en un experimento). Los datos se obtienen a partir
de realizar un conjunto de preguntas normalizadas dirigidas a una muestra
representativa o al conjunto total de la población estadística en estudio,
formada a menudo por personas, empresas o entes institucionales, con el fin de conocer
estados de opinión, características o hechos específicos.
El Foro:
Es una exposición de un tema
determinado que realizan generalmente cuatro estudiantes: un mantenedor y tres
ponentes. Se trata de un tema dividido, por lo general en tres subtemas, pero
esto no quiere decir que él numero de ponentes no pueda aumentar, ni que haya
más subtemas. El foro es una exposición de grupo.
La Asamblea:
Es un órgano político en una
organización que asume decisiones. En ocasiones asume total o parcialmente el poder
legislativo y, a veces, todos los poderes posibles. Una asamblea se forma por
muchas personas que pertenecen a la organización, están relacionadas o tienen
el permiso explícito de la misma para participar.
El Panel:
Un grupo de personas expone en
forma de dialogo un tema frente a un auditorio. Esta técnica se emplea cuando
las personas son versadas en el tema y están dispuestas a informar al
auditorio. Cuando el auditorio tiene iguales experiencias a las de los
expertos. Cuando en un grupo surge la necesidad de escuchar a otras personas
con experiencia sobre el mismo tema.
El Debate:
El debate es una actividad oral
que consiste en la discusión de un tema por parte de dos grupos: Los defensores
son un grupo de personas que defienden un tema y deben estar convencidos del
lado positivo, y los atacantes deben estar convencidos del lado negativo.
El Seminario:
Es una reunión especializada que
tiene naturaleza técnica y académica cuyo objetivo es realizar un estudio
profundo de determinadas materias con un tratamiento que requiere una
interactividad entre los especialistas.
El Simposio:
Se define como un grupo de
charlas, discursos o exposiciones verbales presentados por varios individuos
sobre las diversas fases de un solo tema. Sus ideas pueden coincidir o no, lo
importante es que cada uno de ellos ofrezca un aspecto particular del tema de
modo que al finalizar éste, quede desarrollado en forma relativamente integral
y con la mayor profundidad posible.